24 de marzo de 2009

DÍAS HAY QUE...

Hay días de días. Hay días como el martes de la semana pasada, de sol radiante, mañana fresca y despejada, que se vuelve mediodía sofocante, tarde de calor insoportable y remata con una cantidad ridícula de pensamientos dislocados e inconexos que te matan la cabeza y que no te dejan hablar claro… obvio, te toca inventar pero a los cinco minutos te das cuenta que te sientes como un fiasco, ¡eres una vergüenza!, minutos que pasan a convertirse en horas de autoflagelación mental. Llegas a la casa y te duele la panza.

Días como el miércoles, en los que no quieres pararte después de haber tenido una horrible pesadilla de lápices danzantes. Días como esa mañana helada de jueves en los que tuve que salir con bufanda, gorra, chaqueta y botas que no combinaban, más gafas y walkman en las orejas, para meterme a un Transmilenio atestado de gente que te empuja pero del que logras salir triunfante al conseguir un puesto 4 estaciones antes de bajarte!. Un día como ese en el que sentada y mirando por la ventana y pensando en el frío y en el discurso de clase (más estructurado que la vez pasada), de repente, se despeja un pedacito de cielo y aparece la luna!!

Un día como hoy en el que de salida del apartamento se me atraviesa un gato negro, y me paralizo pensando en supersticiones, mientras mi vecino me dice: “no crea en eso!, el diablo hace la mitad del trabajo, solo si ud. ha hecho el suyo…”. Y qué curioso me pareció pensar que días como esos finalmente son los que hacen que lo extraño sea agradable y lo inesperado sea aún más emocionante.

Fotografía: Sally Mann

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